1/6/08

Teoría de la conspiración. Punto final

01-06-07 - Hugo F. Silberman (elplural.com)

Ironías del destino, uno de los mayores instigadores de la teoría de la conspiración del 11M es el que, con su patética y solitaria figura arrumbada en el banquillo de los acusados de un Juzgado Penal de Madrid pone el punto y final a uno de los episodios más tristes y dolorosos vividos por la sociedad española.

Hace dos años el locutor Federico Jiménez Losantos se refirió al alcalde de Madrid con frases del siguiente tenor: "Lo repito, alcaldín, 200 muertos, 1.500 heridos y un golpe brutal para echar a tu partido del Gobierno. Te da igual, Gallardón, con tal de llegar tú al poder". “El alcalde de Madrid no quiere saber quién mata a la gente de 200 en 200 en su ciudad". "Como lleva dos meses dispuesto a llegar a La Moncloa como sea, como Zapatero, como sea, pues está dispuesto a llegar como sea también por
encima de los 192 muertos". Ante semejantes acusaciones Alberto Ruiz Gallardón interpuso una querella criminal por injurias cuya vista tuvo lugar el pasado 28 de mayo.

La defensa del locutor llamó a testificar, en apoyo a la “veracidad” de sus afirmaciones a quienes fueron sus socios, cómplices y portavoces en la sociedad, medios de comunicación, parlamento e instituciones, entre los que se encontraban el director del diario El Mundo, el ex director de La Razón, Francisco José Alcaraz ex presidente de la AVT y los políticos Esperanza Aguirre, Eduardo Zaplana y Ángel Acebes.

La teoría de la conspiración, como elemento de desgaste y deslegitimación del Gobierno contó, además de los políticos y periodistas ya nombrados con el beneplácito de toda la dirección del Partido Popular, incluido su presidente Mariano Rajoy, si no fuera así, este no habría permitido e impulsado las centenares de preguntas al gobierno o las intervenciones de sus portavoces en sede parlamentaria, o pedido la nulidad de la instrucción, o una vez dictada sentencia seguir reclamando, en línea con los medios conspiranoicos la investigación para llegar a los “autores intelectuales”, o participado en manifestaciones junto a los “peones negros”.

Todo el Partido Popular, por activa, y el alcalde de Madrid por pasiva, participaron en la conjura, si bien este -el más inteligente de todos- mientras apelaba a confiar en la justicia, nunca alzó su voz para oponerse, criticar, desmarcarse o desmentir la vileza propagada durante tres años y medio por su partido. Es verdad que una vez dictada sentencia la aceptó sin reserva alguna.

La defensa de Losantos argumentaba que respecto a los atentados del 11M el alcalde madrileño no seguía la línea de su partido y para confirmarlo acudió al testimonio de Esperanza Aguirre, Eduardo Zaplana y Ángel Acebes y ¡oh sorpresa! Todos ellos afirmaron que no existió diferencia alguna entre el alcalde y el PP, una manera de desmarcarse de los conspiranoicos.

Primero la sentencia y luego las elecciones del 9M acabaron con la elucubración de la participación de ETA, policías, guardias civiles, PSOE y servicios secretos extranjeros en la mayor matanza terrorista que conoce Europa, y como estrategia política del Partido Popular para llegar al poder. Los testigos políticos del locutor- sin autocrítica ni disculpas- dieron carpetazo a tan infame teoría. Solo quedan los irreductibles, y Pedro José Ramírez no se sabe hasta cuando.

La imagen del inquisidor con sus tics y su soledad en el banquillo me trajo a la memoria, por su conducta y perfil psicológico, a Philip Francis Queeg, el autoritario, paranoico y cobarde capitán de la fragata US Caine (El motín del Caine. Edward Dmytryk. 1954), solo le faltó las esferas de acero en sus nerviosas manos.

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