1/11/07

El fin de la infamia (Editorial de EL PAÍS)

01-11-07

El Partido Popular debe una explicación a la sociedad española. Especialmente, a las víctimas

La sentencia de la Audiencia Nacional sobre el 11-M no ha podido ser más clara y contundente: de conspiración nada, de ETA ni rastro. Uno a uno, desmonta todos los infundios lanzados durante más de tres años, en un feroz desafío a las instituciones democráticas y al funcionamiento del sistema constitucional. También responde a la necesidad de reparación del daño infligido a las víctimas y significa una victoria del Estado de derecho frente al terrorismo, en una época en que abundan las respuestas desproporcionadas y peligrosas para las libertades.

Cada uno queda en su sitio: en primer lugar, aquellos medios de comunicación que han intentado hacer una instrucción paralela en un uso espurio del derecho a la información, para intoxicar el debate político; pero en segundo lugar, también y sobre todo, el Partido Popular, que se ha prestado a servir de simple recadero de la prensa sensacionalista y de la radio de los obispos en el seno de las instituciones representativas.

Unos y otros deben una explicación a la sociedad española y especialmente a las víctimas. Pero, además, el PP, como partido que ha sido de Gobierno y ahora principal partido de la oposición, está obligado a asumir responsabilidades políticas específicas por la conducta mantenida durante estos tres años, en los que ha venido avalando con centenares de iniciativas parlamentarias y de declaraciones cualquier infundio que pudiera dañar a la instrucción y al proceso.

Ahora parece decidido a añadir falsedad a la falsedad e ignominia a la ignominia, tratando de negar lo que está registrado en las actas parlamentarias y consta en los archivos y hemerotecas. No cabe ni siquiera trasladar el problema a los líderes subalternos aunque correosos que han mantenido viva la llama de esta farsa: hay que recordar que fue Mariano Rajoy, el propio presidente del partido y candidato a la presidencia del Gobierno, quien defendió la eventualidad de anular toda la investigación y todo el sumario después de que el medio de comunicación de servicio lanzara el bulo de la mochila de Vallecas.


El mecanismo del bulo

Tras la sentencia, ninguna duda debería quedar respecto de que lo sucedido el 11-M en Madrid es obra exclusiva del terrorismo yihadista. Ha quedado meridianamente claro quiénes fueron los autores de la masacre, la procedencia y la clase de explosivos que utilizaron y el modo en que se financiaron. El tribunal ha descrito con claridad cómo han operado los intoxicadores y propagadores del culebrón, los aprendices de brujo que han querido jugar a jueces, policías y periodistas, todo revuelto: "Como en muchas otras ocasiones de este proceso", señala la sentencia, "se aísla un dato, se descontextualiza y se pretende dar la falsa impresión de que cualquier conclusión pende exclusivamente de él, obviando así la obligación de la valoración conjunta de los datos -prueba- que permita, mediante el razonamiento, llegar a una conclusión según las reglas de la lógica y la experiencia".

Una fabricación especial que fue ayer el clavo ardiente al que se agarró Mariano Rajoy ha sido la fórmula periodística de la "autoría intelectual", sin significado alguno en el ámbito del Derecho Penal, con el doble propósito de sembrar dudas sobre la instrucción procesal y, llegado el caso, tratar de salvar la cara frente a una sentencia que, como la que se acaba de dictar, les deja en evidencia. Los terroristas son asesinos, pero la condición de asesinos no significa que no dispongan de intelecto para cometer como sea sus atrocidades.

Son sobre todo las víctimas -las 191 fallecidas en los atentados, las más de 1.800 heridas de diversa consideración y sus familias- a las que la sentencia trata de hacer justicia, dándoles lo que está en su mano: una reparación jurídica, moral y económica que alivie su dolor. La condena de los culpables probados de su tragedia es una victoria especialmente de ellas -y no sólo del Estado de derecho y de la sociedad-, tanto más destacable por cuanto han sido preteridas, relegadas y consideradas poco menos que de segundo orden respecto de las de ETA por los sectores políticos y los medios de comunicación empeñados en sostener el culebrón sensacionalista.

Ayer mismo, el presidente de la Asociación de Víctimas del Terrorismo puso bien de manifiesto la consideración que le merecen las víctimas del 11-M: ninguna. En caso contrario no se hubiera declarado decepcionado por una sentencia que condena a los terroristas del 11-M, con independencia de que, como ha señalado la asociación mayoritaria, dirigida por Pilar Manjón, exista la posibilidad de recurrirla.


Justicia eficaz

La sentencia hace un reconocimiento expreso del buen hacer profesional del juez instructor Juan del Olmo, atacado hasta la náusea por los partidarios de la infamia sensacionalista, y deshace todas las fabulaciones sobre las principales pruebas de la investigación judicial, desde la furgoneta Renault Kangoo, la mochila de Vallecas y el suicidio de los siete terroristas en Leganés hasta los explosivos utilizados en la masacre, que los jueces dan por probado que fue dinamita Goma 2 y no Tytadine, y que procedió en su totalidad o gran parte de la mina asturiana Conchita.

No es cierto, además, que el instructor Juan del Olmo no investigara las posibles conexiones con ETA; lo hizo, y la consecuencia resultante es que esas conexiones no han existido. Conviene subrayar, por último, el párrafo dedicado en la sentencia a desmontar uno de los puntos clave del montaje de los medios sensacionalistas: que no se hizo la autopsia a los cadáveres de los siete terroristas suicidados en Leganés, lo que dejaría sin aclarar la causa de su muerte.

No todos los sentados en el banquillo han sido condenados. Algunos han sido absueltos y otros han tenido penas inferiores a las pedidas por el ministerio fiscal. Aunque no haya gustado a las víctimas, que quisieran verlos a todos condenados a la pena máxima, eso realza la sentencia, pues muestra que ha habido un juicio con garantías, en el que sólo se condena con pruebas indubitables y se absuelve si no las hay. Porque había dudas, y muy fundadas, y porque no podía condenársele de nuevo por los mismos hechos ha sido absuelto Rabei Osman El Egipcio, uno de los considerados inductores del 11-M por el ministerio fiscal y ya condenado en Italia por pertenencia a banda armada. También han sido absueltos Hassan El Haski y Youssef Belhadj, aunque condenados por pertenencia a banda armada.

Frente a la monstruosidad de un mortífero atentado yihadista, sólo cabe señalar, no sin un punto de orgullo, la solvencia de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado y de la justicia de este país. Pero, en lugar de ello, la prensa sensacionalista y el principal partido de la oposición siguieron ayer obstinados en seguir alimentando la nube tóxica que ellos mismos han creado.


¿Pedirán perdón los necios de la conjura? (Juan Carlos Escudier)

Fue una célula islamista y no ETA. Ninguna mano negra llenó de objetos la Renault Kangoo que fue encontrada en Alcalá de Henares; ningún ser tenebroso esparció cadáveres de islamistas por el piso de Leganés para distraer la atención; la mochila de Vallecas no fue colocada por otra mano tan oscura como las anteriores sino que procedía de la Estación de El Pozo; lo que estalló en los trenes fue dinamita plástica “tipo goma”, que procedía totalmente o en parte de Mina Conchita y no de los arsenales de ETA. Así de contundente es la sentencia del11-M que, sin embargo, no identifica entre los condenados a ningún autor intelectual de los atentados y absuelve a uno de los acusados Rabei Osman, alias Mohamed El Egipcio, en virtud del principio de ‘non bis in idem’, por lo que no podía ser condenado dos veces –ya lo está en Italia- por pertenencia a organización terrorista.

Como si de una hormigonera se tratara, la sentencia del 11-M ha cerrado sin piedad todos los supuestos ‘agujeros negros’ del proceso y ha enviado al INEM a los impulsores de esa teoría de la conspiración en la que cabía todo, desde la autoría etarra a la de un comando del planeta Krypton, en connivencia con el PSOE y con los servicios secretos marroquíes que pasaban por allí.

Aunque acogida con decepción por algunas asociaciones de víctimas, que confiaban en condenas más duras para los acusados, la sentencia es demoledora para los medios de comunicación y los partidos políticos –llámese PP- que han propalado una suerte de conjura universal y que, alternativamente, trataron de provocar la nulidad de la instrucción judicial, lo que hubiera dejado en la calle a varios de los asesinos de 192 personas.

La sentencia no resuelve todo pero aclara bastante. Una de las frases del fallo podría resumir el comportamiento de estos agujerólogos disfrazados de contumaces periodistas de investigación o de intachables políticos que querían saber la verdad, pero sólo si aventaba la idea de una joint-venture entre Josu Ternera y Bin Laden: “Como en muchas otras ocasiones a lo largo de este proceso, se aísla un dato –se descontextualiza- y se pretende dar la falsa impresión de que cualquier conclusión pende exclusivamente de él, obviando así la obligació de la valoración conjunta (de la prueba) que permita, mediante el razonamiento, llegar a una conclusión según las reglas de la lógica y de la experiencia”.

En efecto, la lógica se emplea bastante en la sentencia. Gracias a ella, se determina que el tipo de explosivo que estalló en los trenes fue dinamita plástica “tipo goma”, que toda o en gran parte fue robada en Mina Conchita. “La falta de determinación exacta de la marca de la totalidad del explosivo no impide llegar a conclusiones jurídico-penalmente relevantes respecto de la intervención de los procesados en los hechos enjuiciados y su correspondiente responsabilidad criminal”.

Y también gracias a la lógica se sabe que esta dinamita plástica no era el titadyne usado por ETA, en la medida en que ni los informes sobre vínculos entre etarras e islamistas ni los estudios sobre los explosivos usados por ETA en los últimos diez años ni el informe pericial sobre sus teléfonos móviles, ni las declaraciones judiciales de tres etarras y de toda la cúpula policial avalan la tesis de que esta organización terrorista pudiera cometer los atentados.

Los pretendidos enigmas, creados por medios como El Mundo o la COPE para vender más periódicos o ganar audiencia a costa de esa verdad que decían perseguir y que eran simples insultos a la inteligencia, se disuelven en la sentencia como vulgares azucarillos. Ocurre con la mochila de Vallecas, una pieza clave porque su anulación como prueba hubiera arruinado el proceso ya que fue la tarjeta telefónica hallada en el móvil que debía activarla la que dio pie a toda la investigación posterior. El interés de estos buscadores de la verdad se centró en desacreditar el valor probatorio de la mochila –“no existe ruptura de la cadena de custodia; la prueba es auténtica”, dice el Tribunal- o, en su defecto, demostrar que la investigación de la tarjeta telefónica no se sometió a control judicial y, en consecuencia, había de anularse. “La investigación se realiza bajo un control judicial directo en inmediato”, afirma la sentencia, que añade que la actuación del responsable de Amena fue “irreprochable”.

Otro tanto ocurre con la famosa Renault Kangoo, sobre la que también se extendió la sospecha de que había sido rellenada de objetos por el CNI o por la bruja Avería, entre ellos unos detonadores idénticos a los encontrados en la mochila de Vallecas o en la finca de Morata de Tajuña. "La cadena de custodia está plenamente acreditada", confirma el Tribunal.

Como el barco de mentiras que los agujerógos han construido hace aguas por todos los lados, los populares y sus medios de cabecera se agarran a que el fallo no determina autores intelectuales de los atentados, en contra de la opinión de la fiscalía. El argumento es tan falaz como de costumbre: ninguno de los autores materiales –siete de ellos murieron en Leganés y otros dos son condenados ahora- tenía inteligencia suficiente para planificar la masacre porque eran “moritos” e ignorantes”. La sentencia, como se han encargado de recordar una fuente cercana al tribunal juzga a los vivos y no a los muertos. ¿Pedirán perdón alguna vez los necios de la conjura?

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